Viernes por la tarde. Indecisión.
Después del éxito de la noche anterior, podía hacer de todo menos quedarme en casa. Mi agente de viajes propusó conocer un local "alternativo" a la programación habitual, ante tal oferta no pude resistirme. Atterrizamos pasada la medianoche, por Irarrázaval. No recuerdo bien el nombre del club, pero está claro que era como una especie de versión mejorada de la Blondie, al menos por esta noche.
Entramos a esta dimensión desconocida y fue como una "abducción" instantánea. Me arrastró la "onda" de esta gente liberada y sin prejuicios de ningún tipo. Era como estar en un gran desfile de ideas, modas, creencias y alternativas sexuales, mientras que la música envolvente y kitsch nos capturaba sin darnos cuenta, por muchas horas, hasta que áquel gato me hizo despertar y salir del trance.
Sábado. Otra noche, la misma ciudad, los mismos personajes, el mismo escenario desierto.
Pese a este prometedor panorama retomamos la juerga, pero una decisión errada y un pequeño desvío me plantó frente a las puertas del infierno, golpeando raudamente para que alguien me dejase entrar. Qué mierda estaba pensando...Siendo consciente y responsable de mis actos, no podía retrodecer. Mis piernas no respondían, mi aliento se detuvo, pero mi dignidad no. Menos mal que siempre hay alguien que nos calma, nos da fuerza para romper el hielo y caminar pausadamente, como si nada realmente importase, más que los latidos de tu propia existencia.